Nos
encontramos ante una exposición colectiva de alumnos y exalumnos de joyería
–integrada en principio por siete participantes, y ampliada finalmente a ocho-
de la Escola d’Art i Superior de Disseny
de València, unidos todos ellos por el vínculo de su participación en tres workshops dirigidos por Xavier Monclús en el espacio Fabrika12. Las obras presentadas
ofrecen diferentes lenguajes y técnicas que ilustran las distintas
personalidades creativas. Son trabajos sólidos y comprometidos con la joyería
como medio expresivo, y ello pese a ser aún un fruto joven dentro de esta
disciplina.
Ángela Bermúdez Pöhlmann muestra unas delicadas ortopedias, tituladas Cumplir los deseos de las rocas, con las que taponar nuestro mundo interior y protegerlo de todo lo externo. Sus formas organicistas, bellas en sí mismas y en su minimalismo, realizadas en corcho y plata, recuerdan algunos trabajos de Louise Bourgeois. No es la primera vez que emplea y experimenta con formas y materiales naturales. La introspección vuelve a ser el tema en su serie Turismo interior: unas cajas con visor, como un pequeño artilugio pseudocientífico del XIX, para mirar hacia dentro de nosotros mismos. Una pequeña cámara como la del turista pero en un viaje pendiente aún para la sociedad del siglo XXI.
Eva Cabedo es una las discípulas más cercanas a Xavier Monclús. En ella el poder de la imagen y su significado se imponen a primera vista. Acostumbrada al oficio manual (como restauradora y tapizadora de muebles) resuelve sus obras, aparentemente simples, como un complejo collage de materiales y técnicas: plata, chapa de madera, esmalte sobre cobre, plástico o papel plastificado. Su fruto más elaborado ha sido la serie 40, una evocadora colección de broches realizada para sus amigas de colegio al cumplir 40 años. Joyería sentimental que recurre al consabido mapa escolar y al pupitre, sobre los que Eva construye la personalidad imaginada de sus compañeras: son pues retratos ficticios en los que muestra lo que de ellas ve, desde una perspectiva biográfica lúdica y jovial, con detalles sacados de viejas revistas de moda incorporadas a sus joyas.
José Castañ dominaba el oficio antes de llegar a nuestra escuela, planteándose sus estudios como un horizonte creativo con el que avanzar. Utilizando la tipología del brazalete, tan poco usual en este tipo de trabajos, en la serie Synchronization se marca como reto una joya tecnológica, articulada y con movimiento. Sus piezas resultan de una fuerza dura, mecánica e industrial, con ecos lejanos de las bijoux moteurs de Jean Després y del arte cinético de Jean Tinguely, aún cuando están llenas de guiños al mundo natural. Sin embargo, en la serie ZellKern Transfer se nos muestra de una forma completamente distinta: color eléctrico, formas orgánicas y ready made. Su línea de trabajo se integra en el contexto de la joyería de diseño, enfocada en quien la debe llevar.
Elvira Hernández Mateu presenta un trabajo íntimo y conceptual, de un rigor que sobrecoge. Desde las bellas artes llega a la joyería y, con ella, se enfrenta a temas nucleares de la creación contemporánea. Identidad, en el collar de cabellos familiares y lacre (materia prima del sello) vinculado a la cadena del ADN. Memoria, pasado, olvido, en una venda casi quirúrgica que tapa la visión pero envuelve unos anteojos preciosos de perlas, capaces de traspasar las barreras de nuestro propia ceguera, de aquello que no queremos recordar. O su sintético homenaje a Alicia, saltándose las tipologías, en un pompón-rabo-de-conejo propio de las conejitas de Play Boy, sobre el cuerpo masculino. Hay en todas las obras de Elvira un halo médico que sin llegar a entender del todo parece confirmase en la prótesis de The Wonderful Lamp.
Esperanza Pascual se interesó por la joyería desde la artesanía, a la que no renuncia: su atención a los materiales, a las técnicas, al acabado de los reversos lo atestiguan. Pero no caigamos en el error de interpretar artesanía como repetición de fórmulas caducas: ha experimentado con los materiales: vidrio (su pasión), plata, esmalte, fotografía sobre esmalte, textiles, objets trouvés, etc.; con las técnicas: buscando soluciones al problema de la imagen fotográfica esmaltada, y con los significados. En sus broches, Esperanza se enzarza en el peliagudo mundo de la memoria, indagando en sí misma, en su vida familiar, hasta llegar a construir con ellos una especie de autobiografía. Y parece salir indemne: con calma, con serenidad, ordena imágenes fotográficas y objetos que estuvieron en contacto con la persona retratada, en composiciones equilibradas tejidas con los resortes de la joyería y de su experiencia en el trabajo del vidrio, sin caer en el ritual macabro de la magia de contacto, sino en el homenaje.
Elisa Peris trabaja como cinceladora, oficio heredado de su padre que, sorprendentemente, no vemos en su joyería. Ha estudiado medicina, joyería y, en estos momentos, cursa un máster de Bellas Artes. Todo ello le permite indagar lenguajes con los que expresarse. Últimamente se ha aproximado al estilo de Jorge Manilla, valiéndose de huesos y cuerdas con los que crea colgantes, collares y broches de aspecto rudo, suavizado por el uso hábil del color. A la vez, como reflejan otras piezas de esta exposición, juega con volúmenes, materiales contrastados (una vértebra animal y su vaciado en bronce) y elementos en tensión, definiendo pequeñas esculturas en las que texturas, pesos y fuerzas parecen buscar su punto de equilibrio.
Neus Pla Toldrà expone su vertiente más fértil, basada en la síntesis gráfica, casi publicitaria. No debe ser casualidad que, tras sus estudios de joyería, esté a punto de finalizar los de diseño gráfico. Sus broches Enyorança y Somiant entroncan con el espíritu de los primeros workshops de su maestro, Xavier Monclús, en Fabrika12: Jugando con formas, jugando con colores, jugando con imágenes. En ellos se acerca al imaginario infantil y de los mass media sin perder el respeto debido a la infancia, o a sus productos culturales, al tiempo que se distancia de cualquier tentación mercantilista. Reconozco un interés personal por su otro broche, Àfrica, donde la silueta puntiaguda del diamante, clavada sobre un África negra, y la denuncia social de los niños soldados, realizada con la joya como soporte, nos lleva a un juego que resulta repulsivo y seductor. Sus materiales son la plata y la chapa de madera con el añadido, acorde a su lenguaje, del papel plastificado.
Edu Tarín se siente, por encima de todo, joyero y cree firmemente en el valor de la joyería como lenguaje y medio de expresión contemporáneos. La vocación por esta práctica creativa nace en el seno de su propia familia y de la mano de su padre, joyero como él. Es en ese ambiente en el que comienza a plantearse preguntas básicas que se concretan en Palingenesia, donde reflexiona en torno a la cuestión de qué es una joya. El resultado toma forma en piezas que, a veces, se asemejan a árboles de microfusión, a amalgama de prototipos, tipologías, ornamentos con ecos de desechos oxidados de taller. Palingenesia, es decir, nacimiento, vida y muerte: ciclo de constante renovación de la joyería. Pero Edu no se deja ensimismar por el pasado y la tradición. Sabe que son solo la base que le ha de permitir lograr especializarse en el ámbito de la joyería de autor. El deseo de experimentar y desarrollar nuevos procesos creativos, iniciado en la EASD de Valencia, lo satisface ahora asistiendo a un máster de joyería en Idar-Oberstein (Alemania).
Antonio Sánchez García, profesor de Hª de la Joyería. Escola d’Art i Superior de Disseny de València.
(Para más información sobre los autores, os remito a los Enlaces a Obra Personal del blog)